Uno de los grandes desafíos para los proyectos culturales y educativos es lograr independencia financiera. Muchos dependen exclusivamente de fondos públicos o donaciones esporádicas, lo cual limita su proyección y estabilidad. La clave está en diversificar las fuentes de ingreso sin perder identidad ni propósito. Diversificar no significa “vender cualquier cosa”. Significa identificar recursos, talentos, productos o servicios propios del proyecto que puedan generar valor para otros. Desde talleres pagos, publicaciones, conciertos, experiencias turísticas, hasta programas formativos, hay múltiples caminos